El libro y los sentidos
Cuando me enteré de que me tocó libro, no supe para que lado encarar el tema. Es que el “libro” abarca muchos aspectos. Lo primero que se me vino a la mente fue algo que […]
Cuando me enteré de que me tocó libro, no supe para que lado encarar el tema. Es que el “libro” abarca muchos aspectos. Lo primero que se me vino a la mente fue algo que nos dijo un profesor de esta misma facultad: los 5 sentidos del papel. Y eso tranquilamente se puede trasladar al libro.
Empezando por la vista, ya sea por su formato, color, simpleza, esa cosa que te llama la atención cuando estás en una librería, feria, tu casa o la de tus abuelos, y te detenés a mirar. Puede ser su tapa, su lomo, incluso el color de las hojas lo que te invita a que lo agarres. Algunos quizás no podés visualizar su nombre de lo gastado que está, llamándote más la atención, por ese “misterio” que esconde.
Paso siguiente es el tacto, ese primer contacto físico, donde descubrís verdaderamente de qué se trata, quien lo escribió, el espíritu del mismo. Lo ojeas, te animás a pasar las hojas tratando de no doblarlas demasiado para que no le queden marcas, generando un vientito. Y así ves una textura de letras infinitas al pasar. Detectas el grosor de las hojas, (gruesas o tan finitas que se traslucen sus letras de una carilla a la otra) su peso, generándote más o menos ganas de leerlo. Y si tenés suerte, descubrís que su título o algo a destacar tiene textura, rasposo o no, dependiendo sus años. Notas su costura. Quizás esté descocido, quizás se te caigan un par de hojas, más adelante podrás arreglarlo o no, en definitiva es parte de su historia.
O quizás te encontrás con uno nuevo, aquellos plastificados, dependiendo su contenido. De textura lisa, dándote ganas de ser el primero que lo lea.
Ni hablar del olor, ese olor a nuevo, como recién salido de la imprenta, su tinta. O su olor a viejo, y hojas amarillentas que hacen que te transportes a otra época. Esto se puede aumentar dependiendo el contexto en el que te encuentres, lo encuentres.
Con el gusto, aunque ahí ya debería ser propio, para que al pasar las hojas sientas ese gustito, por qué no, del papel. Tal vez no te guste, pero qué mas contacto que ese.
Por último el oído, ese ruido rasposo de las hojas que a veces se te escapan de las manos, o al volver atrás y adelante porque te olvidaste o querés revivir algo.
Pero quién mejor que Borges para aclararnos, que mas allá de su imposibilidad, el placer de la lectura supera cualquier sentido.
Borges fue nombrado director de la Biblioteca Nacional y, en el mismo año, su ceguera se fue profundizando. Una contradicción del destino que él mismo lo relató en una conferencia dos décadas más tarde: «Poco a poco fui comprendiendo la extraña ironía de los hechos. Yo siempre me había imaginado el Paraíso bajo la especie de una biblioteca. Ahí estaba yo. Era, de algún modo, el centro de novecientos mil volúmenes en diversos idiomas. Comprobé que apenas podía descifrar las carátulas y los lomos. Entonces escribí el Poema de los dones»:
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
En fin, toda una experiencia que sin dudas es un antes y un después, porque ese conocimiento no te lo va a quitar nadie. Te generará nostalgia, hasta algunos podrán repetirlo, solos o compartirlo con tus seres queridos. Porque al fin y al cabo se trata de eso, del placer de conocer cosas nuevas, salir un poco de tu mundo para ver otras realidades, que te enriquecerán el alma.
Dejo un video, parte de las 7 conferencias que dio entre junio y agosto de 1977 en el Teatro Coliseo de Buenos Aires.
La Ceguera http://www.youtube.com/watch?v=LLjd2eo62II
Y un extracto de «El libro»
http://emastromatteo.wordpress.com/2008/10/11/el-libro-por-jorge-luis-borges/#
Etiquetas: Borges, lectura, libro, sentidos