Cátedra Cosgaya Tipografía 1 y 2 | Carrera de Diseño Gráfico | FADU/UBA
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La magia del vinilo

Pensando en qué escribir y tratando de disfrutar con ello, me presenté ante una dualidad. No quería escribir algo meramente analítico sobre tapas puesto que ya había hecho el análisis de tapa del trabajo anterior, pero tampoco quería hacer algo que careciera de lo que se pide con este artículo. Ver las publicaciones de mis compañeros me iba agotando las ideas; luego, al reflexionar sobre el asunto, llegué a una prematura conclusión de que quizá contando un poco de lo que yo sabía sobre los vinilos, podría llegar a algunas cosas instesantes (o no). De todos modos, me divertí, pese a que quizá no se trate de un análisis tan arraigado y minucioso de la cuestión. Sin más preámbulo, mis pensamientos vinílicos y algunos recuerdos.

Comenzar con este trabajo, me recordó momentos de la infancia en los que presenciaba fascinada cómo el tocadiscos hacía girar los elepés de Sandro de doña madre. Al poco tiempo dejó de funcionar y Sandro ya no aparecía por casa a deleitarnos con su “Rosa, Rosa”. Supuestamente lo único que había que cambiarle para que volviese a funcionar, era la aguja que es la encargada de leer las marcas, llámese sinuosidades, que hay en la superficie de un disco. Igualmente nada de eso ocurrió y el tocadiscos pasó a formar parte de la cantidad de averiados objetos que “algún día” serían reparados, como ese viejo ventilador de pie, abandonados a la polvorienta suerte y oscuridad del altillo, junto con, por supuesto, los discos de Sandro y Palito Ortega, muy prolijamente guardados en una caja. (Sí, en casa se escuchaba a Palito. Perdón si he ofendido la susceptibilidad de alguno).

Ahora bien, más allá del dejar para mañana lo que podríamos hacer hoy, que suele suceder a menudo, como no haber arreglado el tocadiscos, por ejemplo, creo que su olvido, por lo menos en las paredes de mi hogar, se vio sujeto a que justo en aquella época comenzaban a aparecer los cds.

Así es como los discos de Sandro con sus hermosas y ochentosas tapas, fueron sustituidos de a poco por pequeñas cajitas con portadas, quizá no tan feas, pero tampoco tan trabajadas, de baladas al mejor estilo “Luis Miguel”.

¿A dónde quiero llegar con todo esto? A reflexionar un poco, quizá. Buscando y leyendo de todo un poco, además de seguir las publicaciones de mis compañeros, me presenté frente a algo que si bien tenía cierta idea, no estaba del todo segura, y es que, por suerte y como ocurre con todas las modas habidas y por haber, la reproducción de música en formato elepé está volviendo poco a poco. Eso sucede con las modas: vuelven. Y pasaron casi veinte años, rango en el cual, dicen, tardan en volver las modas, desde que Sandro había dejado de cantar por casa. Bueno, quizás el elepé nunca se haya ido del todo para los entendidos en el asunto, pero para el saber común de los que se van adaptando a las tecnologías que avanzan y avanzan y avanzan, para mí es una genialidad haberme enterado de algo semejante. Sobre todo porque, personalmente, suenan mucho mejor (y está comprobado) que la música digitalizada. Y además, tienen una connotación en el mundo de la música casi ritual, por no decir enteramente ritual. Con esto me refiero a que la mayoría de cuestiones analógicas, como sucede en la fotografía y en el grabado de elepés, tiene “otra cosa” que lo digital no. Esto es simplemente una visión perceptiva del asunto. Cada formato tiene sus pro y sus contra, además. Pero es indiscutible que la presencia que generaban las tapas de los discos de vinilo es diferente a la de las cajitas de un cd, que muchas veces dejaban bastante que desear con esos cancioneros pobres en ese esqueleto de plástico triste e insulso.

Haciendo hincapié en el formato analógico en el que está grabado el elepé y volviendo al tema “ritualoide” al que me refiero, cabe destacar la importancia que había en reflejar ésa materialidad en las portadas de los discos. Había bandas que lo supieron hacer muy bien. Leí en algunas páginas reflexiones que me hacían decir, sí, este fulano tiene razón. ¡Todo esto tiene que ver con un arte! Muchas tapas son unas increíbles obras que reflejan y acompañan fielmente el cálido e inigualable sonido que se desprende del disco una vez que la aguja cumple su función lectora; reflejan lo que hay dentro, más allá del concepto de venta. Son, entonces, dignas de admiración.

Pero, ¿cómo pasar por alto la necesidad de venta? El mercado está muy presente en cualquier tipo de empresa. Una banda de música, por decirlo de alguna manera, funciona, quizá por una necesidad más bien social económica, de la misma manera que una empresa a la hora de difundir su música y presentarse ante el público. Es decir, que generan un sistema de identidad visual para representarse y ser identificados de la competencia. Es entonces cuando se tiene en cuenta para quién va a ir destinada tanta producción, quién emite el mensaje y qué se quiere decir con todo eso. La música refleja ideas, las tapas acompañan esas ideas. En todo sistema de identidad hay constantes y variables que cada quien establece a su parecer. No es extraño que, por lo general, las bandas le adjudiquen a un sólo diseñador el desarrollo de las portadas de cada uno de sus discos, generando una familiaridad, como ocurre, si bien no son discos, con el arte que generó Rocambole, en las tapas de Los Redonditos de Ricota. O el ingenioso trabajo que generó Jamie Reid para reflejar al pie de la letra la música de los Sex Pistols.

¿Y qué tipo de elementos podrían considerarse constantes? Pues a mí parecer, el logo de una banda y la tipografía que esta maneje; ahí se manejan identidades muy arraigadas a la ideología. Porque si bien lo cromático, como hacen las empresas con sus colores corporativos, también podría entrar en aquellas herramientas a mantener, dentro de todo, constantes, pueden atribuírseles ciertas libertades. Aún así, tampoco es que sean leyes inviolables. Todo se puede realizar, más en las artes musicales y visuales que nacen de las ganas de expresarse; pero llevándolo a la cuestión del marketing esas herramientas siempre tirarán hacia un lado que siga con una línea coherente de pensamiento (en cuanto a lo que se quiere transmitir). Además, muchos factores influirán en la producción tanto de la música como del arte de tapa de un disco, un ejemplo de ello es el factor histórico.

Para ir finalizando, quisiera compartir algunas tapas de discos para apreciarlas. Más allá de que estén geniales o no. Tuve una docente que siempre me incentivó a mirar, a ir a los museos, a nutrirnos de las imágenes. Me parece que es interesante analizar las composiciones de una puesta en página, composiciones gráficas en general y demás, debido a que en eso consta parte de nuestra carrera (y que aún me queda mucho por recorrer y aprender), pero también me parece esencial esa mirada subjetiva que trasciende, muchas veces, lo meramente analítico-mecánico de lo que se considera correcto y lo que no. Para este fin “apreciativo”, podría hasta decir sensitivo, propongo mostrar algunas canciones en las que creo la tapa se vería reflejada, como una forma de acompañar el momento. Como dije, también habría que tener en cuenta otros factores, como la época en la que fueron emitidos los discos o la tendencia ideológica de las bandas, pero relajemos un poco y dejémonos llevar por las melodías y las imágenes. Y aún así lo que propongan y dispongan en nosotros dichas imágenes apreciadas, estará ligado, ligadísimo a la composición que en ellas se presenta. ¿Funcionan con su música? ¿Se acompañan? ¿Desentonan? ¿Transmiten cosas diferentes?

Resumiendo, uno tiende, a veces, a sobrevalorar lo pasado. O a simplemente disfrutar de ello. En mi caso se lo adjudico a viejas vivencias de mi corta edad que me hacen sentir contenta al enterarme de la reaparición del formato elepé en nuestros hogares, a la idea de volver a disfrutar de las coloridas tapas de discos con más interés y noción que antes y a armarme de valor, subir al altillo y encontrar el viejo tocadiscos a ver si lo podemos arreglar. Tengo una visión un tanto abierta de lo que es la cultura, dado que para mí casi todo lo es, pero no puedo evitar cerrar esta humilde opinión recalcando el valor cultural del disco. ¡Vamos, muchachos, que el disco es cultura! Y bueno, viva Sandro, ya que estamos.

La magia de Sandro, 1969.

La magia de Sandro, 1969.

http://www.youtube.com/watch?v=YzVCRzglGpE

 

In the Court of the Crimson King, 1969.

In the Court of the Crimson King, 1969.

http://www.youtube.com/watch?v=omSdwssqSjc

 

Doolittle, 1989.

Doolittle, 1989.

http://www.youtube.com/watch?v=0P3lhrwio-M&list=PL0488F6103B08A22D

 

Grotesque, 1980.

Grotesque, 1980.

http://www.youtube.com/watch?v=J2YMuFzp2uc

 

God Save the Queen, 1977.

God Save the Queen, 1977.

http://www.youtube.com/watch?v=R8fLOJswWtk

 

Meat is murder, 1985.

Meat is murder, 1985.

http://www.youtube.com/watch?v=_QTL8gYdc8M

 

 



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