Locos sistemáticos
Autor/a: Morena García Pannelli
En la inmensidad de nuestro universo, existen individuos que dedican gran parte de su vida a la recolección de un mismo objeto.
En la inmensidad de nuestro universo, existen individuos que dedican gran parte de su vida a la recolección de un mismo objeto. Se trata de seres ansiosos e incansables, dispuestos a reunir los dos millones quinientos mil cuatrocientos veintidós ejemplares de aquello que aman y ven multiplicarse ante sus ojos.
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María Angélica tiene una enorme vitrina de roble con puertas de cristal, donde guarda bajo llave, 1522 cucharitas de té. María Angélica se siente orgullosa y no pierde ocasión para hablar de ellas, con quien sea que se cruce, en cualquier circunstancia en la que se encuentre. Vaya a saber uno en qué momento pasaron de ser un montón de cucharitas todas juntas, a formar parte de una verdadera colección. ¿O acaso se trate de lo mismo?. Ella no lo recuerda. Ni eso, ni cual fue la última vez en la que sintió intriga antes de abrir un regalo de cumpleaños.
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De algo no había dudas: todas eran cucharitas. Todas cumplían las mismas funciones. Todas eran tangibles. Todas tenían peso. Todas tenían valor sentimental y/o monetario. Todas habían sido creadas por el Hombre, industrial o artesanalmente. ¡Todas eran de María Angélica!. Sin embargo, existía otra razón que las había destinado a convivir unidas, como integrantes de una numerosa familia: no había ninguna que fuera igual a otra.
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María Angélica revuelve su té con cada nueva cucharita que ingresa a su colección. Luego la coloca, pulcra, adentro de su vitrina. En un comienzo, meticulosa en sus formas, María Angélica había decidido ubicarlas una detrás de la otra, alineadas por orden de llegada, como si se tratara de una fila interminable, en la caja de algún supermercado. Dispares e inmóviles, así permanecieron durante algunos años.
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María Angélica, todas las tardes de pie junto a la vitrina, observa sus cucharitas atentamente mientras toma té con limón. Un día de verano, en un acto de valentía estrepitosa, María Angélica sacó la llave de su bolsillo, abrió la puerta de cristal y desordenó la fila. Desde aquel momento, pasa largas horas de su vida, agrupando y desagrupando sus cucharitas de té, siguiendo reglas, leyes, órdenes cronológicos o sentimentales.
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Primer viernes de Octubre, 8:32 hs. A pesar del diminutivo que hace a su nombre y las identifica como tales, algunas cucharitas lo representan aún de manera más rotunda. María Angélica aplica la denominada por ella regla de la redundancia. A María Angélica le gusta complejizar todo aquello que la gente ve con simpleza. «Las ordenaste de menor a mayor», le dijo su marido Carlos al pasar por detrás.
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Primer viernes de Octubre, 15:15 hs. María Angélica analiza la materialidad de sus cucharitas y percibe qué tan frías o qué tan cálidas son al tocarlas con sus labios. María angélica aplica la ley de la temperatura y la conductividad. Madera, plástico, resina, metal (plata, oro, cobre, bronce, macizas o bañadas), vidrio, cerámica, porcelana, acrílico. María Angélica enloquece al no poder descifrar el material con que están hechas cuatro de sus 1522 cucharitas de té. María Angélica vuelve a alterar el orden por ella establecido.
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Primer viernes de Octubre, 23:07 hs. María Angélica coloca en un extremo la cucharita más simple y en el otro, la más compleja. En el medio, acomoda las 1520 cucharitas restantes. Cuando cree percibir un mayor salto entre una y otra, deja uno, dos y hasta seis centímetros más de distancia, según el caso. María Angélica aplica la ley de la síntesis. Carlos irrumpe en el silencio de María Angélica «Ésta es la más cara, no?».Con el dedo índice señala la cucharita más compleja. «No, Carlos».
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Con el correr de los días, los años y las cucharitas de té, María Angélica desarrolló un amor por la observación del resto de las cosas, aun por aquellas todavía más inmensurables. Lo que las une, las relaciona, las diferencia. Lo que las opone, las cambia, las desintegra, las rompe y las vuelve a reconstruir. Lo que hace que nos parezcan lindas, buenas, malas, horribles, cómodas, raras, desequilibradas. María Angélica determinó que algo es porque tiene otra cosa al lado que lo hace ser.
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¿María Angélica sería una buena estudiante de Diseño Gráfico?.
No lo sé, pero ATENCIÓN: cualquiera de nosotros puede convertirse en un loco sistemático, coleccionista de todas aquellas tipografías que se reflejen sobre nuestros ojos abiertos. Hete aquí el poder de nuestro criterio,
Ver para crecer, diría María Angélica mientras revuelve su té con limón, hacia un lado y hacia el otro.
coleccionistas, narración, sistemas