Para comenzar, lo más importante es entender qué es un fanzine: es una publicación no oficial y no profesional, producida por un grupo de fanáticos de algún tipo de fenómeno cultural para el disfrute de otras personas que compartan el mismo interés. El término surgió en 1940 y nace de la conjunción entre las palabras fan y magazine, lo cual podría decir que lo define como “una revista hecha por aficionados”. Por esta razón, muchos suelen adjudicarles un estilo artesanal y una temática relacionada con la protesta o denuncia social, así como con temas políticos, pero la realidad es que ninguna de estas es una condición sine qua non. De hecho, existen fanzines cuyo nivel de elaboración es muy elevado, y, sobre todo, es importante destacar la inmensa variedad de temas que éstos tratan. Justamente, es la libertad temática, entre otras cosas, una de las características principales de este formato. Se pueden encontrar fanzines relacionados con la moda, con la música o con viajes, otros basados en lo literario, que contienen entrevistas, poemas o historias, y otros más enfocados en lo visual y lo gráfico, como cómics, dibujos, collages, fotografías.
Es precisamente lo gráfico otro de los rasgos que caracterizan a los fanzines. Al hojear uno, es posible denotar un tratamiento y una forma de organizar la información y las imágenes que se ve repetida desde el principio hasta el final de la publicación. El tratamiento elegido está relacionado íntimamente con el tema a tratar y cómo éste busca ser transmitido a los lectores. La prolijidad (o carencia de ésta) en el tratamiento de las hojas da cuenta del mensaje que se pretende comunicar. Desde la impresión y armado de su portada hasta el interior de cada una de sus páginas. ¿Parece caótico, subversivo o amable? ¿Parece pensado para ser coleccionado o para ser desechable?
Si bien actualmente parecería haber una suerte de resurgimiento del género, razón por la cual el formato se está haciendo cada vez más popular, los fanzines existen desde hace varias décadas. Tuvieron su auge en los años 50 y 60 como mecanismo de difusión de artistas de historietas, así como herramienta de comunicación de ideas anti-bélicas y de cultura alternativa. En Argentina, por su parte, alcanzaron cierta popularidad y prestigio algunas publicaciones que abordaban la historieta y crítica de arte, como fue el caso de ¡CRASH!, Surmenage, Falsa Modestia, Maldita Garcha y Elvisman, entre las décadas de los 70s y 90s.
Una de las razones por las que hoy en día cada vez más grupos y autores se aventuran a publicar mediante formatos pequeños es su bajo costo de producción. Otra característica que vuelve llamativo al formato es la fácil distribución en entornos menos formales que el de las librerías y ferias literarias, en grupos más cerrados, pero que pueden obtener un fácil acceso a las publicaciones. Mucha gente puede recibir ejemplares gratuitamente en su propia casa, por correo por ejemplo. A esto se le suma la agilidad de lectura, ya que con solo hojear un ejemplar durante un par de segundos suele ser posible entender su temática y generar la intriga suficiente como para comprarlo. A la vez, esto también permite que uno pueda decidir enfocarse en aspectos no literarios, como las imágenes o la parte gráfica y visual.
Hoy en día vivimos en el mundo de la tecnología, y esto no es algo ajeno al fanzine. Existen publicaciones digitales conocidas como webzines o e-zines, que se volvieron mucho más fáciles de producir y de hacer circular que el formato físico de las mismas. Estas utilizan el potencial de Internet para lograr un mayor alcance y poder llegar a obtener una audiencia global, y circulan en forma de PDFs o aparecen en páginas de WordPress, Medium o Tumblr. Si los fanzines físicos llegan a la casa de los lectores por correo, los e-zines lo hacen a través del mail, o pueden ser encontrados con un simple click y una buena búsqueda, como todo lo que se encuentra en la infinita red virtual.