Los diseñadores solemos utilizar muchos conceptos que pertenecen al universo de la música tales como el ritmo, el tono, el ruido, la intensidad, la dinámica, la ecualización entre muchos otros términos que son propios de ese lenguaje pero resultan ser muy apropiados para utilizar a la hora de generar o analizar una pieza de diseño.
Hay una búsqueda que se comparte al momento de realizar una composición tanto musical como gráfica: la creatividad; y en ella, encontrar la manera (experimentando con las distintas herramientas que nos proporciona cada área) de transmitir un mensaje o una sensación, conmover, despertar el interés del otro, etc. Ya sea de manera comercial o más artística, ambas disciplinas saben cómo dirigirse, buscando innovar en sus propuestas con originalidad, y distinguirse entre sus públicos. Ambas deben contar con cierta armonía que les permita reflejar unidad, orden o un “sistema”. Tanto el diseñador gráfico como el músico deben tener una curiosidad constante para experimentar nuevas sensaciones perceptuales que les permitan expresarse y crear algo que genere impacto en las demás personas.
Uno de los referentes más reconocidos del mundo del arte —Kandinsky— sostenía que había una relación perceptual entre el sonido y el color. Descubrió que los elementos básicos de la imagen (el color, la línea, el plano) podían generar ideas más abstractas, capaces de traducir sensaciones que transmite el sonido. A un sonido creado se le da un sentido y entonces adquiere el valor de representar algo. Pero el sonido, además de definir cosas, nos permite desarrollar las ideas abstractas, que se comunican directamente con los sentimientos y lo que podríamos llamar “espíritu”.
En cierto sentido podría decir que una disciplina se necesita a la otra para congeniar. Por un lado, detrás de un proyecto musical hay una identidad visual, donde el diseño se convierte en el vehículo para llegar a su público. Cada tipo de música tiene un público particular, valores que quiere transmitir, una competencia de la que destacar, y el diseño gráfico aporta un lenguaje visual para conseguir todo esto. Todos los elementos se definen en función de la música: la tipografía, el estilo, la paleta de colores, la materialidad, la composición, etc. Por otro lado, ¿Qué diseñador no se pone música a la hora de trabajar? Incluso solemos elegir el tipo de música acorde con el proyecto que tenemos en camino.
Espero que esta reflexión te sirva para encarar el tp desde otro lugar, apropiándote de un lenguaje gráfico que te permita generar un clima interesante que funcione para la banda o intérprete que hayas elegido. ¡Avanti!