Al escuchar por primera vez la consigna de un nuevo TP, muchas veces nos encontramos ante una gran incertidumbre, pero otras tantas empezamos a crear un mundo en nuestras mentes imaginando cómo lo vamos a hacer, qué soporte vamos a usar, qué color le vamos a poner, entre otras cosas.
A la hora de comenzar, nos encontramos ante una hoja vacía y pareciera ser que nuestra mente se asemeja bastante a ella. De repente nos vemos ante esa inmensidad sin saber como plasmar todo lo que se nos había ocurrido, cómo trasladar a la realidad todo aquello que se nos había cruzado por la mente.
Luego empezamos a ver que las cosas empiezan a surgir, a fluir y esas ideas que habían emergido en un principio comienzan a transformarse. Van mutando hasta conventirse en eso que vamos a entregar. Todo tiene su proceso y una vez que lo vemos, caemos en la cuenta de lo mucho que avanzó. No lo habíamos imaginado así, no sabíamos cómo iba a terminar.
De esta forma, cada trabajo es una nueva aventura en donde ponemos todo de nosotros, nos sorprendemos y nos arriesgamos sin conocer con exactitud el punto de llegada. Eso es lo más emocionante. Eso es lo que ocurre cuando nos sumergimos en la historia de un libro, cuyo final puede acabar siendo algo que esperábamos o no.