Un papel sensible

¿Cuál es el sentido que pueden tener hoy las publicaciones digitales, en relación con su perdurabilidad y expresión crítica, cuando se sabe ya que lo digital no rellena los espacios vacíos que pensábamos dejaban las ediciones en papel?

El auge de las publicaciones digitales ha supuesto una serie de formas de recepción del dispositivo donde la administración de la lectura resulta más dinámica y aleatoria mientras sus contenidos se vuelven hiperactualizados y efímeros.

La cantidad de proyectos editoriales digitales supera hoy ampliamente a la capacidad de los lectores por absorber contenidos. En un torrente prácticamente infinito de información digital pareciera que la calidad de los escritos digitales muchas veces es pasada por alto en vistas a una necesidad de inmediatez, difusión y competencia, donde el formato papel podría ser pensado como una resistencia ante esto, una forma de estabilizar los escritos y darles mayor espacio y potencial crítico.

Ante este escenario, la pregunta que surge es sobre el sentido que pueden tener hoy las publicaciones digitales en relación con su perdurabilidad y expresión crítica, cuando se sabe ya que lo digital no rellena los espacios vacíos que pensábamos dejaban las ediciones en papel, sino que ayuda a valorizar el aspecto sensible de la publicación analógica y añorar de alguna manera medios más estables.

El desarrollo de las publicaciones digitales no ha hecho otra cosa que definir un tipo de consumo más global, instantáneo y volátil donde lo que se aprecia es la facilidad de la lectura, la hiperconexión con otros textos y el acceso a la posibilidad de acciones virtuales asociadas con ella, como el compartir y opinar, acciones éstas igualmente breves y transitorias.

Al igual que lo que ha ocurrido con la reaparición de los discos de vinilos y la fotografía, las ediciones de papel se han revalorizado como producciones que desde el contenido desarrollan una cierta mirada, definen un receptor más ajustado, y desde el soporte, exhiben un tipo de materialidad y expresividad imposibles de retomar por lo digital.

En el extremo del abanico analógico, afirmando la sensorialidad y donde el soporte habla más del contenido que el contenido mismo, se encuentran, por ej. las producciones de Eloisa Cartonera, los libros cartoneros o las de pequeñas editoriales autogestionadas cuyos libros son impresos de manera artesanal.

En plena era de la información digital, estas obras suponen un contrapunto original que demuestra que lo analógico es amplio, rico y lleno de matices.
 

La pregunta, en fin, es saber cómo la expresión se encarnará en lo digital y cómo lo volverá crítico o si más bien lejos de desnaturalizarlo, quedará relegada a nuevas y cada vez más variadas formas en papel.

 

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