Cuando une comienza a usar tipografía, siendo consciente de los usos, de las formas y de las operaciones, es muy normal que se encasille, que se enamore de una tipografía.
Entonces, se comienza otro trabajo de nuevo, y tratamos de que la tipografía que ya sabemos cómo funciona encaje perfectamente con lo que queremos comunicar. Pero, ¿es acaso esa tipografía la que encaja con ese trabajo?, ¿acompaña o rechaza?
Suele decirse que tal o cual tipografía ya quedo obsoleta, que su masivo uso durante cierto período de tiempo logró que las personas se “hartaran” o ya no les resultara atrayente.
Lo cierto es que, capaz tal o cual tipografía no es tan “excelente” como se cree, sino que solamente tuvo buenos usos, y cuando otre quiere hacer un nuevo trabajo esa misma tipografía no es la indicada.
Bueno, lo mismo ocurre hoy con nuestra sociedad desde la perspectiva que me encuentro planteando a continuación.
¿Acaso no somos quienes nacemos bajo el género masculino y nos sentimos identificados como tales quienes heredamos una “gracia divina”?
Es necesario que nos replanteemos como sujetos nuestro rol, los privilegios que nos son inscritos simplemente por tener un miembro viril entre las piernas que permite que seamos seres superiores por sobre el resto de las personas. Cabe aclarar que sí, esta doctrina patriarcal también tiene implícito que aún dentro de este grupo hay niveles pues un género masculino cis, es decir, persona que nació como hombre y se reconoce como tal, si es blanco, si es heterosexual, si es flaco, si tiene músculos, si es “lindo”, si no, se encuentra por sobre el resto, aunque entre hombres cis heterosexuales, estas diferencias no se sienten pues entre todos tienen a mucha gente por “debajo” y eso los une.
El enemigo es el sistema. Este sistema heteronormativo y patriarcal, que nos inculca desde chiques que el amor duele, que nos obliga a utilizar tal o cual cosa por miedo a que seamos “rarites”, es este sistema al que hay que deconstruir.
Así como planteamos las deconstrucción de nuestros trabajos, corriéndonos de lo que nos hace sentir cómodos, de lo conocido, de lo fácil; es necesario que nos corramos de nuestro eje que nos viene impuesto.
Es la tipografía la que sirve para explicar como ejemplo esto que estoy desenmascarando, pues cuando uno toma una familia tipográfica esta está compuesta por distintas variables que permiten generar distintas situaciones y mostrar diferentes cosas, pero si algo las une a dichas variables es que comparten una lógica desde su construcción. Dichas variables dentro de una misma familia tipográfica son distintas entre sí, algunas más pesadas que otras, algunas más livianas, otras más condensadas, algunas en bloque, pueden ser con serif, pueden ser sin serif y si bien estas diferencias son notorias cuando comparamos una con otra, los rasgos característicos de cada una la vuelven única pero con una similitud con la otra. Eso mismo es lo que pasa con las personas, pues si bien somos seres que permitimos encontrarnos en las diferencias entre nosotres, hay algo que nos une a todes.
A una tipografía que tiene muchos usos o que es común ver no la convierte esto en una tipografía de “elite”, la norma de lo que está bien. Necesitamos aprender a manejar otras fuentes, otros estilos de familias, pues así creceremos como diseñadores.