Con la entrega editorial de mitad de año resurgió en mi la pregunta de qué lugar ocupa hoy en día con la revolución digital que nos rodea, el libro impreso, y donde nos situamos cada uno a la hora de tomar partido por las opciones que se nos presentan: libro de papel o libro digital.
Tras el lanzamiento de los libros digitales, conocidos como e-books, en 2007, el panorama para el futuro de los libros impresos de pronto no pintaba nada bueno. Las ventas de libros de papel cayeron en picada con el nuevo libro electrónico como verdugo, pero a pesar de los malos augurios que daban por muertos a los libros que tanto tiempo nos habían acompañado, el lanzamiento de estos dispositivos innovadores, no logró su entierro, al menos no todavía (¿y acaso lo harán?). Por mucho que los medios hablaron y fomentaron lo nuevo, (cualidad muy propia de nuestra comunidad), el deslumbramiento que produjeron los e-books finalmente (y afortunadamente) se estabilizó. Dejaron de ser el “boom” que supusieron en los primeros años, para convertirse, eso sí, en un fenómeno que llegó para quedarse. Pero la amenaza que muchos editores, libreros, bibliotecarios y mismo amantes del impreso, veíamos a principios de la era del e-book, cambió de aspecto.
Aproximadamente en 2011 las ventas de dispositivos como el “Kindle” estaban en su auge, y sin embargo este éxito menguó y contra todo pronóstico el libro físico no solo se resistió, sino que se potenció. A la caída en picada de las ventas, le sucedió el renacer con un cambio de look. Nuevas librerías independientes, muchas de ellas de tipo “boutiques” abrieron sus puertas para darle un nuevo aspecto y un nuevo sentido al hábito de leer. Más allá de las librerías tradicionales, en éstas nuevas, la propuesta era (y es), que el lector pueda llegar, sentarse y comenzar a leer cualquier libro de las estanterías, acompañado de música, decoración y luces perfectamente pensadas para que el cliente se desentienda del ruido de la calle, logrando crear una especie de oasis en el medio de la turbulencia urbana. Así consiguieron darle un giro de tuerca a esta nueva fase de los libros físicos, crear un público renovado de lectores y conseguir que apropiándose de estos lugares se conviertan en una concurrencia fiel a sus librerías de barrio.
Ante esta dualidad y auge de ambos mundos, se habló por demasía sobre las diferencias, similitudes, ventajas y desventajas entre libro virtual y libro de papel. Basicamente se llegó a la conclusión de que las ventajas y atributos del impreso, son el número de páginas que se puede leer, que es mayor que en la versión virtual ya que el cerebro y la vista se cansan menos. La carga simbólica del mismo: el placer de coleccionarlos, las anotaciones al margen, los marcapáginas tan random que también se vuelven un recuerdo de lo que vivímos en la época en que leíamos ese libro, los mensajes en las portadas y el gesto que significan cuando son regalo, el placer tan de la vieja escuela de recorrer las librerías o ferias. Entonces en conclusión las desventajas que nos presentaban los libros impresos, eran únicamente el espacio que ocupaban en nuestras mochilas y la incomodidad de trasladar su peso de un lado a otro, algunos podrían decir también, que el deterioro del mismo a través del tiempo, pero para los amantes del papel ¿acaso es eso una desventaja o un placer de ver y oler?.
¿Cuáles eran entonces las ventajas de los libros digitales por encima de los físicos? Quizás, la más grande es que se pueda acondicionar el tamaño del texto y el fondo de pantalla de acuerdo con las necesidades de cada lector, que sean cómodamente portátiles y realmente increíbles en este punto, (en cuanto a relación almacenamiento/espacio físico que ocupan). También el hecho de poder tener cientos de libros y de manera rápida y de no tener que preocuparse por las condiciones climáticas para cuidar de éstos. La gran variedad de elección entre ellos de acuerdo a las preferencias de cada uno (con iluminación propia, sin iluminación, sumergibles en agua, etc), en definitiva, cosas impensadas para el libro físico.
Pero reducirlos únicamente a estos aspectos, tan repetitivamente discutidos desde el lanzamiento del e-book, seria banalizarlos y descontextualizarlos. Lo más importante, creo yo, es que los sentidos que actúan en el libro digital son básicamente dos, el visual y el táctil, como todo lo que nos asedia últimamente. En cambio con el libro físico, los sentidos aumentan, a estos dos se le suman el invaluable olor del papel, de la tinta, de su propia antigüedad e historia, que nos generan cierto sentido de pertenencia. Uno nos aporta un formato y una visión moderna adaptada a nuestro mundo actual, otro nos aporta matices emocionales que hacen que a muchos nos cueste despegarnos del impreso. Creo entonces que el libro físico realmente nunca estuvo, ni va a estar en riesgo de desaparecer debido a la diferencia más sustancial con respecto a los dispositivos virtuales, y esta es la experiencia que nos propone. Si bien debe haber miles de millones de posteos, análisis, estadísticas sobre esta rivalidad, yo creo que realmente no existe como tal, que son incomparables. Álvaro Bilbao, neuropsicólogo, autor de Cuidar el cerebro, sostiene que poder tocar, oler, sentir el peso del libro, experimentar que uno avanza según pasa las páginas, puede resultar más placentero que sostener y simular una experiencia a través de un e-book. “Aquellas cosas que despiertan nuestros sentidos hacen que se active el hemisferio derecho del cerebro, que está más relacionado con el mundo de las emociones”. Ya desde el vamos, hasta está comprobado por algunos científicos que retenemos mejor la información, cuando leemos en un libro impreso, ya que nos ayuda notoriamente en nuestra memoria visual, (¡el cerebro prefiere el papel!). Éstos dicen que las pantallas (tablets, computadoras, teléfonos) pueden inhibir la total comprensión del texto debido a la distracción que le generan al lector.
En conclusión, hablar de si el libro tradicional va a ser sustituido en un futuro por el libro electrónico o no, es bastante controversial ya que como vimos ambos, sin revocar la existencia del otro, presentan características muy prácticas y amenas dentro de sus diferencias. Al final, todo apunta a una coexistencia de formatos. Como fanática del impreso, bastante reacia y en la lucha por adaptarme a las nuevas tecnologías, siento que el aguante del papel en definitiva se explica como refugio a los albores de la revolución digital. Entonces la amenaza del libro impreso no sería por lo tanto como se pensaba con su lanzamiento, el libro electrónico en sí, sino el modo general en el que vivimos. La lectura reposada y atenta, cada vez se adapta menos a los ritmos de la vida contemporánea, la velocidad en la que vivimos como consecuencia de la agilización de las comunicaciones, ha dejado un menor espacio para ese viejo amigo, el libro. Mismo yo, a pesar de estar escribiendo este posteo, me encuentro día a día arrastrada por esa vorágine. Por suerte el diseño gráfico, la tipografía y entregas/propuestas como éstas, son los espacios que creo que nos devuelven a nuestros lugares de partida y a repensar la importancia de nuestro rol con respecto a la nueva era de la que somos parte; y aquí me encuentro ahora, después de tantas semanas de olvido, agarrando otra vez mi soporte preferido, los libros.