Con la era digital en su máximo esplendor uno se pregunta si el papel va a sobrevivir a semejante competencia. Algunos formatos se ven más afectados que otros: hoy en día el poster perdió su funcionalidad, ya no tiene el alcance ni la respuesta que tenía hace quince años, la efectividad y difusión de las redes sociales lo dejaron obsoleto, la venta de diarios y revistas en los países desarrollados bajó, el libro electrónico vino a reemplazar al libro de papel. Sin embargo presumir que el papel va a desaparecer es ingenuo.
Con el boom de la digitalización parecía que esto sería posible, todo estaba siendo digitalizado, todo lo podías encontrar en internet (aún podes), pero la efectividad del formato analógico es algo que la digitalización no puede replicar. Los libros electrónicos tratan de emular el formato y funcionamiento del libro de papel, te permiten subrayar, te indican cuánto porcentaje del libro llevas leído, y así y todo, nunca van a poder reemplazar el hecho de tener en las manos un libro, de hojear a través del mismo, de saber cuánto falta para terminarlo solo viendo el lomo, nunca van a poder reemplazar el olor a papel, a libro viejo que sale de ellos, y al menos por el momento, no pueden reemplazar las anotaciones en los márgenes.
El libro electrónico es muy efectivo en muchos sentidos, es cómodo de transportar por su tamaño pequeño, permite descargar cientos de libros sin tener que cargar con el peso de los mismos, los libros son más baratos (cosa que hoy en día, al menos en este país, es algo importante). Pero como ávida lectora (y creo que cualquier persona a la que le guste leer va a estar de acuerdo conmigo), no hay nada que reemplace al libro material. Ir a una librería por el solo placer de estar entre libros, ver qué nos llama la atención, buscar una tapa o un título que nos atrape, un formato que nos guste, una tipografía que nos resulte cómoda de leer. Tomar el libro con las manos, hojearlo, olerlo. Y algunos podrán decir que el libro digital no se arruina, no mancha, no envejece; personalmente, a mi no hay nada que me guste más que un libro marcado, un libro viejo con anotaciones, con hojas dobladas, con el lomo gastado, son indicios de vida, del tiempo que tienen y del uso que se les dio.
Como diseñadores gráficos, el cambio de paradigma nos afecta directamente. Si bien nuestro trabajo es diseñar “sin importar” el soporte para el cual estemos diseñando, hay muchísimas variables a tener en cuenta de a cuerdo a la producción final de la pieza. No funciona de la misma manera una tipografía que se va a usar para ser impresa que para ser vista de modo digital, varían los tamaños, las modulaciones, los paisajes. Así también hay que tener en cuenta el soporte sobre el cual se realizará la impresión y el tipo de impresión con la cual se trabajará. Este mismo cambio lo vivió la imagen cuando pasó de la pintura y el dibujo a la fotografía. Se creía que sería el fin de la pintura, que la fotografía había aparecido para reemplazarla, sin embargo lo único que hizo fue devolverle su sentido, le quitó la obsesión por la semejanza y le permitió volver a la experimentación.
Estos cambios no vienen a reemplazarse uno por otro, sino que vienen a complementarse. El papel no dejará de existir, así como la digitalización no dejará de crecer. Son dos tecnologías diferentes que se complementan y amplían el mercado para la satis