Contexto
Cuando terminé el secundario, mi gran sueño era trabajar en una librería para poder costearme los gastos universitarios. Envié alrededor de 100 mails con mi escuetísimo CV y recibí alrededor de 0 respuestas. Un año más tarde, entré como pasante en una empresa privada y a los pocos meses me pseudo efectivizaron como diseñadora junior.
Después de dos años como súper-junior monkeytributer (pues las condiciones laborales precarias del monotributista son más parecidas a las de los mil monos con mil máquinas de escribir de Mr Burns que a las de un humano con necesidades básicas) y un año trabajando en el Estado como diseñadora editorial, decidí retomar mi sueño de joven entusiasta, pero esta vez intentando dar el gran salto a la casa central de las cajas de texto: la editorial.
Mandé mi CV a un par de editoriales y recibí algunas respuestas de lxs pocos empleadorxs que no pedían 45 años de experiencia, html, css, UX/UI, maquetado, impresión 3D, conocimientos deseables de After y modelado de tortugas en escala real. Los primeros en responderme, me dijeron que habían visto mi curriculum y les interesaba pero que antes de pasar a la primera entrevista tenía que contestar un cuestionario de 20 preguntas para que ellos pudieran «evaluar mis conocimientos técnicos». No sé si fue por la pésima costumbre de tener una profesión denostada, o por el metomoelpalismo que me causó mi jefa gritándome desde las 9 de la mañana pero, por el motivo que fuere, lo contesté (error, amigues). Al instante, me llamaron para pautar una entrevista para el día siguiente.
No todo lo que brilla es oro, más bien es papel de cocina
Me abrieron un portón negro que daba a un espacio enorme y luminoso lleno de MACs, cajas con libros, olor a pepel, cuadritos de keep calm y objetos vintage colgados de las paredes. Era el sueño de la piba esnob hecho realidad. Me invitaron a pasar al comedor y a los diez minutos llegó «El jefe» Echeverría, quien me tomó la entevista (si es que así se la puede llamar).
Expectativas vs. la cruda realidad
-Bueno, te cuento, acá nos dedicamos a publicarle libros a autores independientes que sueñan con tener su novela en papel. Defendemos fervientemente que no se necesita un editor, el sueño del autor informal es tan válido como la opinión del editor. Lo que necesitamos del diseñador que entre es alguien que entienda en el alma a ese pequeño escritor y lo vuelque en la maquetación del libro. El diseñador no solo se dedica a diseñar sino también a abrirle la puerta y servirle el café al autor, porque acá las tareas son comunitarias, viste, otros días vas a tener que lavar los platos que se usan para el almuerzo porque nos turnamos. Bueno igual pará, volviendo, en lo que yo quiero hacer hincapié es en que el diseñador que entre solo va a diseñar y maquetar la parte de adentro del libro, las portadas las hago yo que soy el creativo acá, por eso en el mail preguntábamos si les gusta hacer portadas. Se trabaja nueve horas religiosamente de lunes a viernes, a veces más porque es un trabajo que exige mucho, y estamos en contra del home office y esas cosas raras porque nunca funcionan. ¿Vos de qué trabajas? ¿Por qué te interesa este puesto?
-Yo trabajo como diseñadora editorial en el Ministerio de Educación, armo guías didácticas para les docentes de las escuelas estatales. Creía que me interesaba el puesto que ustedes ofrecían porque supuse que podría mejorar mis condiciones laborales, pero no estoy tan segura, ¿Cuánto pagan y qué vacaciones y días de estudio tienen?
-Nosotros pagamos lo que dice el gremio de comercio, tenés 15 días de estudio, 15 de vacaciones que no sé en qué momento se pueden tomar, creo que este año ya no. El sueldo es de más o menos lo que… no sé, acá no tengo anotado, serían 15mil? no sé, el mínimo que paga comercio es, nos adaptamos al gremio. Para pasar a la siguiente entrevista tenés que hacer una prueba, nuestra secretaria te va a dar una página de word y la tenés que maquetar en indesign, ¿vamos para allá y lo hacés ahora?
-No, estoy llegando tarde a mi trabajo real y no tuve tiempo de pensar si me interesa, así que me voy retirando. Gracias igual.
-¡Pero mirá que no vas a pasar a la segunda entrevista sino, eh!
Lo que el viento se llevó
Alguna vez me dijeron que no haga de mi contratación paupérrima un motivo de quilombo porque en el Estado todos se conocen entré sí, que el mundo es un pañuelo, que si denunciás quedás como una conflictiva y tenés todas las de perder, que mejor lo dejes como está. Como temí que en el mundo editorial pase lo mismo, me comí mis palabras.
No dije en voz alta que un diseñador no es necesariamente lo mismo que un maquetador, ni que la publicación de cualquier libro que venga de cualquier persona es un curro y una forma de denostar el trabajo de correctores y editores. Tampoco dije que un diseñador/a no es alguien que se tenga que ocupar de servir café o lavar los platos, y lo más importante que decidí callar es que hay otras formas de conocer el modus operandi de una persona que no impliquen hacerlo laburar gratis y con el dedito acusador encima.
El lujo es vulgaridad
Luego de esta entrevista fallida seguí tirando CVs a editoriales, agencias y etcéteras, cayendo una y otra vez en la triste realidad de las búsquedas de empleo: mails pidiendo que haga trabajo gratis para evaluar mi desempeño, entrevistas en las que me dijeron que era demasiado milennial por preguntar si cabía la posibilidad de tener home office una vez a la semana y hasta un exámen de tres horas en una habitación sin internet con otras tres personas en el que me pedían hacer una landing page en Muse, un gráfico y un pdf interactivo en InDesign para evaluar cuál de los postulantes pasaba a la siguiente entrevista (lo juro, fue para PwC).
En el medio de la crisis laboral, social, cultural y económica que estamos atravesando hay cada vez menos oferta y más demanda. Lxs empleadorxs se aprovechan de esta situación decadente para pedir más requisitos por menor paga, contratar a profesionales sobrecalificados por el salario mínimo o, en su defecto, a diseñadores junior a sabiendas de que es su primera oportunidad de trabajar de lo que estudian para poder explotarlos por dos mangos.
Lxs estudiantxs de Diseño Gráfico pasamos días y noches sin dormir para aprobar una entrega y gastamos miles de pesos en impresiones, ploteos, tintas, papeles y carga de SUBE para que nos quieran hacer creer que es un lujo conseguir un trabajo en condiciones aceptables.
El trabajo en negro, el salario mínimo, los requisitos desmesurados y los pedidos de laburos kilométricos sin remuneración («de prueba») como condición excluyente para acceder a una primera oportunidad de tener una entrevista, son moneda corriente. Muchxs de lxs profesionales que ya tienen una trayectoria nos quieren convencer de que así es como se empieza, «haciéndose de abajo», como si para tener el derecho de reclamar condiciones justas hubiera que bancar años de microexplotaciones.
En este contexto me empiezo a preguntar, ¿Hasta dónde se supone que debemos capacitarnos por nuestra cuenta para encajar en el mercado y en dónde está el límite en el que pasamos a ser cómplices de nuestra propia precarización? ¿Es responsabilidad de la universidad formarnos para el mundo del trabajo actual o sólo le compete nuestra formación meramente académica? ¿Tendremos que ser eternamente serviles a la sistematización de la labor que pide el mercado o podremos hacernos de nuestras herramientas para abrir un camino con reglas propias? ¿Nos compete a nosotres como estudiantes exigir y militar condiciones dignas y una formación acorde o es una lucha que en realidad ataña a toda la sociedad?