Desde chica que le presto mucha atención a los carteles en la calle. Publicidades, hasta ploteos en las vidrieras en los locales, pizarras afuera de las verdulerías y carteles de locales. Ahora, con 22 años, es algo que sigo haciendo, sobre todo cuando viajo en colectivo, y la verdad, hace de mis viajes largos un poco más divertidos.
En el tramo de casi 10 km que hago constantemente por la Av. Maipú (que luego se convierte en Av. Santa Fe y después en Av. Centenario), hay mucho material para entretenerse. Se trata de una avenida con muchos comercios, pero también con muchas paradas de colectivo con espacio para publicidades, edificios con publicidades colgadas a lo largo y ancho de sus fachadas, y un sin fin de carteles luminosos de estaciones de servicio, locales de comida rápida, farmacias, etc. A veces me divierte, a veces me hace sentir aturdida.
Hace unos años, no me acuerdo en que materia, un profesor nos preguntó si alguna vez habíamos ido a San Pablo, Brasil, y si habíamos notado algo raro. Una compañera contestó, “Si, yo fui. No hay publicidades en la calle.” ¡¿Qué?!
En 2007, en esta ciudad, se aprobó la “Ley Ciudad Limpia” como respuesta a un crecimiento desmesurado de carteles publicitarios. Esta ley prohíbe la publicidad exterior y regula el tamaño de carteles en las fachadas comerciales. Fue un proceso que logró que la ciudad quede más limpia, como su nombre lo indica, dejando lugar para que la arquitectura de la ciudad tome el protagonismo que se merece, devolviéndole su propia identidad.
“El paisaje de Sao Paulo está menos contaminado visualmente. Se ha intentado revalorizar la construcción de espacios y no el uso de la ciudad meramente como soporte de comercialización de mercancías”
Esto me hace pensar en qué es la contaminación visual, si es algo que nos afecta a todos, cómo es que nos afecta, y si la Ley Ciudad Limpia es un ejemplo a seguir. Según la plataforma Ecología Verde, la contaminación visual es “ todo aquello que afecta o perturba la visualización de una determinada zona o rompe la estética del paisaje.” Pero no se trata solamente de lo que “queda bien o mal”, si no de los estímulos constantes que recibimos. Estos tienen impacto en nuestra salud, disminuyen nuestra eficiencia, causan dolores de cabeza, estrés, trastornos de atención, y lo más peligroso, distracciones a la hora de conducir que pueden terminar en accidentes.
Les propongo que traten de vivir un día de sus vidas cotidianas sin publicidad. Creo que es casi imposible. Primero, no podríamos salir a la calle, no podríamos ir a trabajar ni a cursar a la facultad. Ni hablar de mirar televisión, ni Facebook, ni Instagram, plataforma que muestra una publicidad cada 5 posteos. La única salida sería irse al medio del campo. O ni siquiera, las rutas también están invadidas por estructuras monstruosas que su única función es exponer una publicidad. Estamos atrapados.
Investigando, encontré obras de distintos artistas y diseñadores sobre este tema. Una de ellas es la de Nicolás Damiens, un diseñador francés que explora cómo sería el paisaje urbano de Tokyo sin anuncios. Siendo los carteles en la vía pública tan característicos en esta ciudad, se podría discutir la importancia de estos para la creación de la identidad de Tokyo. Entonces, ¿en qué quedamos?
Creo que como todo en la vida, la respuesta es: encontrar el equilibrio. No creo que haya que eliminar la publicidad de las calles, pero si considero que nosotros como (futuros) diseñadores y diseñadoras, tenemos una gran responsabilidad en este tema. Debemos tomar consciencia de cómo la contaminación visual nos afecta, y buscar soluciones que permitan que la publicidad exista de una manera menos invasiva. No nos olvidemos que todo lo que hacemos, transforma el mundo. Que sea para bien.
Fuentes:
https://elpais.com/elpais/2015/11/23/seres_urbanos/1448262000_144826.html
https://www.lanacion.com.ar/1703672-invasora-contaminacion-visual-urbana
http://www.laciudadviva.org/blogs/?p=21025
https://www.bbc.com/mundo/ultimas_noticias/2014/11/141125_economia_francia_grenoble_elimina_publicidad_calles_lv