Con el simple recurso de deformar las palabras, el mensaje que nos presenta Katie Rou en su pieza es contundente: ¿cuántas veces elegimos afrontar determinadas situaciones en soledad, o incluso aparentar felicidad por miedo? Miedo a la mirada ajena, a no ser comprendidos, a que nos vean vulnerables. A lo largo de los años, y más en este contexto de pandemia, profesionales y militantes han podido valerse de diversos recursos en la lucha por el reconocimiento de la salud mental como un derecho. A través de distintos ejemplos, analizaremos a la tipografía como uno de esos recursos.
“Estoy bien”, nos insiste la autora en este afiche. Repite numerosas veces esta oración, entre colores brillantes y en una Montserrat perfectamente geométrica que, sin embargo, aparece cada vez más deformada y caótica a medida que uno baja la vista. Las palabras que parecían tan uniformes y prolijas pasan a chocar abruptamente entre ellas, fusionándose de una manera violenta, perdiéndose con ellas, cualquier tipo de orden preexistente entre interletras e interpalabras.
Si bien con los años se fue tomando más consciencia sobre la importancia de la salud mental, la misma parece seguir siendo un tabú en el mundo contemporáneo. Yendo al caso de Argentina, la Ley de Salud Mental es relativamente nueva: creada en 2010 y siendo vanguardista en Latinoamérica, significó un hito en materia de derechos humanos al brindar marco legal frente a situaciones de abuso contra pacientes psicológicos y psiquiátricos. Sin embargo, el fuerte estigma que se le sigue teniendo a las personas con depresión, u otra enfermedad mental, sigue llevándoles a situaciones de discriminación y exclusión social. Ante esto (y la mayor urgencia que nos presenta la pandemia actual) nos resulta pertinente analizar el papel que juega la tipografía en la concientización de la salud mental a nivel nacional, enfocándonos en sus usos y la importancia de su adaptación a otros soportes en este panorama.
A lo largo de los años, el Ministerio de Salud promovió el fortalecimiento de diferentes espacios artísticos con el fin de alentar a la creatividad como herramienta para estimular la recuperación en pacientes, desarrollar lazos y promover una transformación social respecto al imaginario que se tiene sobre la persona con padecimiento mental. Entre dichos espacios, nos resulta interesante mencionar algunos que se involucran en la causa mediante la expresión tipográfica:
- Centro “Cisne del Arte”: una de sus actividades más notorias es el Taller de Letras, donde los residentes producen contenido poético, combinando diferentes lenguajes artísticos. Apuestan a la expresión creativa, mediante canciones, libros, afiches, poesía y lecturas.
- “Frente de Artistas del Borda”: fundado con la intención de “socializar la locura dentro y fuera del hospital”. Realizan diversos talleres literarios y piezas gráficas en diferentes espacios y protestas. Se emplean técnicas variadas que tienen a las palabras como protagonistas: poemas y textos hechos en collage, producciones literarias, afiches en stencil, sellos en tela y más. Todo aquél que se involucre en la producción creativa, es libre de combinar recursos y tipografía de la manera que desee.
Habiendo nombrado estos espacios de concientización, donde lo tipográfico es muy relevante y con soportes muy variados, podemos preguntarnos entonces: ¿qué papel toma la tipografía en el contexto actual y en el marco del activismo por la salud mental?
Al inicio del artículo, hablamos brevemente del afiche realizado por Katie Rou. Si nos centramos en su formato, y tenemos en cuenta el panorama actual, podríamos fácilmente relacionar el mensaje que nos brinda la pieza con el hecho de que sea un post digital subido a la plataforma Instagram. En tiempos donde el encierro es lo recomendado como medida de precaución ante el COVID-19, la salud mental se encuentra también mucho más vulnerable. Es por eso que resulta ahora mucho más necesario concientizar, informar y brindar herramientas a la población con los dispositivos más accesibles dentro de los hogares, poniendo temporalmente de lado el papel y los soportes tangibles para fortalecer la divulgación de contenidos en espacios multimediales.
Podemos concluir entonces que junto a la adaptación de talleres y piezas gráficas respecto al nuevo panorama, inevitablemente la tipografía y las decisiones pertinentes a la misma deben también adaptarse a lo mismo: la información y la prestación de ayuda debe ser encontrada, leída y asimilada con la mayor facilidad posible en dispositivos digitales para quién la vea , busque y/o requiera. El siguiente video, junto con la pieza de Rou, puede servir como un buen ejemplo de lo anterior: ahora más que nunca deben tenerse en cuenta las familias tipográficas, las decisiones compositivas, los ritmos de lectura, los tiempos de cada texto en pantalla. Que lo tipográfico sea consciente con la urgencia.
Bibliografía consultada: