A partir del 2014 el mundo de la música volvió a apostar por un viejo conocido: el vinilo. Al principio parecía un proyecto disparatado, enfocado principalmente hacia los nostálgicos que nunca se llevaron bien con el formato mp3 o el streaming. Sin embargo, nadie se esperaba que las ventas de los vinilos aumentaran progresivamente año a año, hasta llegar a ser consumidos por un público cada vez más masivo y heterogéneo.
A lo largo de los en los ‘80s y principios de los ‘90s, los CD dejaron obsoleto al vinilo. Su principal ventaja era su pequeño formato, el cual permitía guardarlos con mayor facilidad y la capacidad de reproducirlos en todos lados con los novedosos discman. Ya nadie tenía que escuchar la radio por la calle: cada uno podía poner la música que quisiera en cualquier momento del día.
Luego, en 2005 aproximadamente, en la Argentina se populariza la novedad que cambiaría totalmente la forma de consumir música: el mp3. Ya ni siquiera era necesario tener un aparatoso discman colgado de la cintura o saliendo de un bolsillo. Con un simple dispositivo del tamaño de un pendrive que se cargaba en la computadora, uno podía llevar a todos lados cientos de temas. Además, su principal ventaja era la capacidad de borrar las canciones y reemplazarlas por nuevas constantemente.
Entonces, ¿qué nos hizo volver al vinilo, un formato que en apariencia tiene todas las de perder?
Hay que reconocer que unos de los principales precursores del retorno a este formato fueron los músicos. Y es que las ventas de los CD durante los últimos años habían caído en un abismo, debido al auge de Youtube y de los servicios de streaming como Spotify, entre otros. Artistas de la talla de David Bowie, Daft Punk y Charly García fueron algunos de los precursores de este nuevo revival del vinilo. Y de esta manera, desde 2014 las ventas de discos en este formato no pararon de aumentar año tras año, incluso superando los ingresos que algunos músicos percibían de sus canales de Youtube.
Estos nuevos vinilos del primer cuarto de los 2000 ofrecen un sonido mucho más “redondo” que los CD y los medios digitales. Además, tienen una capacidad de grabación ilimitada, por lo que registran todos y cada uno de los sonidos se producen en la sesión de grabación. Por último, ofrecen un arte de tapa y una estética que enamoran a cualquier coleccionista o aficionado de la música. Como aspectos negativos: su valor de venta (que oscila entre los $1300 y $800) y su poca practicidad a la hora de ser reproducidos en un tocadiscos.
En síntesis, los vinilos nos regalan una nueva forma de disfrutar aquello que tanto amamos: la música. Nunca desplazarán a las ventas digitales, pero es bueno tener una posibilidad diferente de escuchar a nuestros artistas favoritos y apreciar los diferentes matices que se logran grabando en un formato de excelencia.